NO FUTURE, JUST FIRE. La revolución es joven.

NO FUTURE, JUST FIRE. La revolución es joven.

NO FUTURE, JUST FIRE.

La revolución es joven.

¿Qué es la revolución sino un adjetivo calificativo de la juventud?

Aquel joven que habita sin cuestionar y criticar al sistema —que no por costumbre significa que funciona— está desconectado de la identidad revolucionaria.
Por lo tanto, rechaza la principal cualidad de su juventud: ser revolucionario.

El arte como resistencia

Desde el siglo XIX, con obras como “La libertad guiando al pueblo” (Delacroix, 1830); las pinturas del argentino Antonio Berni en el siglo XX; Vivienne Westwood como referente punk en la moda de los 70’s; las instalaciones de Judy Chicago; hasta talentos contemporáneos como Ca7riel & Paco Amoroso, con su sátira hacia la industria musical creada con una fusión de géneros que rompe las reglas de una estructura; y MC Abdul, rapero palestino que evidencia la realidad de habitar en medio de la destrucción de Gaza:

El arte ha sido el vehículo de un mensaje de protesta que, a pesar de estar al alcance de todos, se ha vuelto el traductor de las luchas por las que los jóvenes se involucran.
Se ha convertido en la voz de aquellos que hacen un caos direccionado al cambio y la transformación.

El arte no se apaga; los mensajes trascienden su época para resignificar las heridas sociales que no sanan y la historia que no se olvida.

La revolución no termina si aún hay jóvenes cuya libertad de expresión está amenazada, y la única arma de paz que tienen es la música, la moda y el arte en cada una de sus formas.

Juventud y estética: la moda como manifiesto de la identidad

Las luchas sociales son parte de nuestra historia y, por lo tanto, de nuestra identidad. Tanto la música como la moda nos abrazan en este proceso de autodescubrimiento, nos abren camino hacia el contexto sociopolítico en el que nos encontramos y evidencian las situaciones económicas globales que resultan de guerras, dictaduras y explotación medioambiental, así como de avances tecnológicos con poca conciencia ética y moral.

Si quieres conocer la situación política de una época, observa su consumo, su vestir y su crear.

Conocemos a Vivienne Westwood por su posicionamiento en la industria de la moda británica durante la década de auge de los movimientos sociales por los derechos humanos. La diseñadora convirtió la moda en un manifiesto político y cultural, abriendo las puertas de pasarelas al movimiento punk con una estética simbólica que cuestionaba la autoridad, el sexo y la política.

La subversión del lujo de Westwood se ve reflejada también en la propuesta de la diseñadora Priya Ahluwalia, quien denuncia el desperdicio textil y celebra la diversidad racial a través de diseños que fusionan herencias culturales y sastrería contemporánea.

Charles Jeffrey Loverboy, diseñador escocés, observa de cerca el conservadurismo británico por medio del glam punk, la teatralidad queer y el uso de estampados “caóticos”, así como la narrativa performática en los desfiles que caracterizaba también la propuesta de Vivienne Westwood.

La estética es controversial cuando se sale del esquema de lo aceptado, especialmente en tiempos en los que el conservadurismo promete un retorno a valores que violentan los derechos de las nuevas generaciones y rechazan su juventud revolucionaria.

Mientras tanto, la moda se comporta como un acto de resistencia: como un lenguaje visual que incomoda, provoca y recuerda que lo que elegimos vestir también es una postura política.

Así se escucha la revolución

Fela Kuti, creador del afrobeat, convirtió cada concierto en un mitin político contra la corrupción y la represión en Nigeria. Su música fue, y sigue siendo, una llamada a la conciencia y a la desobediencia organizada.

Hoy tenemos a artistas como Wos, que utiliza el rap como medio de crítica a la precarización laboral y la apatía social; así como Little Simz, quien promueve un discurso contra el racismo sistémico y en pro de la salud mental en la juventud.

La indiferencia ante el genocidio en Gaza no tiene lugar en una sociedad globalizada que debe hacer más que mantenerse como espectadora, y Saint Levant utiliza el pop-trap para hablar de exilio, reforzar el mensaje identitario y denunciar la ocupación de Gaza.

Y así lo vemos también en otras causas: Ana Tijoux, con rap feminista anticapitalista; Residente, usando la música como denuncia de la corrupción, el colonialismo y la desigualdad en Latinoamérica; así como Bad Bunny, tomando su propio camino con su sexto álbum DeBÍ TiRAR MáS FOToS (DtMF).

Este trabajo es un relato musical que, a través de plena, jíbaro, salsa, bomba, reggaetón y house, honra la herencia local de Puerto Rico y reivindica la historia y la cultura como luchas puertorriqueñas ante la colonización, la gentrificación y sus crisis habitacionales, así como el desplazamiento y la influencia de Estados Unidos en la isla.


La juventud no se rinde, se reinventa

En un modelo social joven, cansado de valores que violentan nuestros derechos, la revolución no se encuentra en los ataques armados, sino en las armas de paz: la música, la pintura, la moda, el cine y todas las formas de hacer arte.

No hay arma más poderosa que el arte, ni pólvora más intensa que la identidad. Por eso recurrimos a la música y a la moda: para plasmarse como reflejo de lo que buscamos cambiar. Caminamos de la calle a la pasarela y del escenario a la memoria.

Mientras haya jóvenes dispuestos a crear, vestir, cantar y vivir sin pedir permiso, la revolución seguirá escribiéndose… y esta vez, lleva nuestros rostros, nuestras voces y nuestras manos.

Nuestra revolución se viste, se canta y se crea.


Escrito por: Vero Gazcon 

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